El antropólogo social argentino, Maximiliano Korstanje, observa que Slavoj Žižek ha combinado en forma elocuente el psicoanalisis lacaniano con los estudios postmarxistas, con el fin de comprender la génesis del capitalismo. Su contribución central en el estudio del cristianismo recuerda que la caída no es el postulado de la falla ética del hombre sino de una postura perversa del cristianismo que pone a disposición del hombre todo un mundo que invita a la transgresión. En el cristianismo, Cristo debe ser traicionado para transformarse en Dios y resucitar. Korstanje sugiere que Žižek equivoca el camino ya que no es el mito de Cristo el que marca a la sociedad capitalista, sino el diluvio universal y al arca de Noé, quien encargado por Dios para refundar la vida en la tierra observa perplejo como toda la creación es destruida. La muerte es la figura central del capitalismo, agrega Korstanje. El hombre medieval y antiguo vivía para que la muerte le diera la paz eterna, pero en la modernidad la muerte se convierte en un signo de debilidad. El hombre comienza a construir su camino con una marcada aversión por la muerte a la cual se la considera el final de todo placer. En la actualidad se asiste a una suerte de "capitalismo mortuorio" donde el desastre refuerza al propio ego pues recuerda que uno es parte de una jerarquía superior (narcisismo) de personas que han sido elegidas por Dios para ser salvados. Mas allá de la traición, el capitalismo puede ideológicamente sustentarse no solo por las grandes asimetrias que produce sino por la introducción de un darwinismo social donde pocos tienen mucho y muchos mueren con poco. Ya sea por medio de los medios de comunicación o los entretenimientos culturales, disfrutar del sufrimiento ajeno es una de las cuestiones culturales fundantes de la hegemonía capitalista discutida por Zizek

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